SALVADOR
SAS (EFE)
Interior de uno de los vagones del tren Alvia que
descarriló cerca de Santiago de Compostela. /
Cuando
el miércoles a las 20.41 el Alvia procedente de Madrid se acercaba a 190
kilómetros por hora a la curva maldita de A Grandeira, que se retuerce a apenas
cuatro kilómetros de la estación de Santiago de Compostela, una
señal advirtió al maquinista, Francisco José Garzón Amo, en su cuadro de
mandos que debía reducir la velocidad a 80. Abandonaba las vías reformadas a
finales de 2011 para recibir algún día al AVE y pasaba a enfilar un tramo de
trazado antiguo. El conductor, tras descarrilar el tren, llamó desde su móvil al
servicio de 24 horas de emergencia y soltó: “Tenía que ir a 80 y voy a 190”. En
la grabación, ya aportada en la noche del miércoles al juez, la frase figura
literalmente en presente aunque el accidente ya ha ocurrido. También habla de
los “pobres viajeros” y expresa su deseo de que “ojalá no haya muertos”. La
compañía Talgo, que tiene controles internos de velocidad en sus convoyes,
confirmó ayer informalmente a las autoridades que el tren iba a “velocidad
extrema”.
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